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Al Cruzar la Esquina…

Es como si te encontrarás el amor de tu vida o la muerte segura, 

al cruzar la esquina. 

Dónde se te aparecen personas y cosas sin darte cuenta y te salpican con su realidad buena, mala o aún peor, nada importante.

Cómo una tienda de recuerdos, donde no recuerdas nada que valga la pena, porque se te olvidó que tenías vida y deambulas en el vacío de ti mismo.

Entonces, cruzas una esquina y se te abalanza una mirada con sonrisa furtiva de una hermosa niña, que ni te conoce, pero te hace sentir bienvenido de Vuelta al Mundo.

Es como un relámpago de azahares que te hace vibrar el Corazón y el Alma, aunque sea un par de segundos.

Te rescata de tu miseria, pero poco a poco, va perdiendo su efecto. 

Por eso, ansías llegar a la próxima esquina y ver si te consigues algo sorprendente o por desgracia, más de la misma inexorable agonía.

Cual drogadicto, andas correteando por cuanta calle y avenida, llenas o vacías de gente, ruidos, colores y olores. 

Cazando migajas de vida desesperada para no morirte triste y vacío.

Si no, lleno de luz sonriente que te abrazo con pasión.

Aunque sea el último suspiro, contra ese mundo interno y oscuro que tanto te ha destrozado los adentros y no te deja salir libre a la calle. 

Por eso, ahora te lanzas a cruzar la próxima esquina, deseando toparte con ella, la vida.

                                    Jorge Troncone O.

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Vida o Muerte

Vida o Muerte

Esto fue lo que le ocurrió a mi padre, cuando era un joven capitán de marina mercante en 1955. Estaba a unas doscientas millas náuticas al Norte de las costas orientales de Cuba.

Entre el Mar Caribe y el océano Atlántico una noche oscura y tormentosa.

Sin saberlo seria la noche más larga de su vida.

Cuando vio la muerte y el terror en las aguas revueltas y violentas, donde la luz fue tragada a fuerza de olas y su respiro, asfixiado por las penumbras de esa noche.

El todavía recuerda los horribles y potentes zarandeos del bote como si fuese una caja de zapatos en el inmenso océano.

Dónde el viento y las olas, con sus sonidos de truenos y rabia, se clavaban y salpicaban en su borda hasta el más desesperante dolor viéndose morir, sepultado en su hondo fondo.

Sin luz, ni alma en el silencio de muerte, sin funeral con dolientes y sin nombre en tumba alguna. Convertido en comida de peces y restos de coral.

Así, lloró y gritó como un niño sin que nadie se diera cuenta y resurgió desde su pavor a esa muerte.

Tomó el timón y se desgarró a gritos por la radio y los parlantes del buque, dando instrucciones a la tripulación con fuerza y valentía, viendo como buques cercanos desaparecían, uno tras otro. Entre gigantes olas y vientos que hacían temblar sus huesos y su alma.

Nunca más vería, ni sentiría a su mujer que lo bendecía con su pasión más allá de cualquier sirena, ni a sus dos pequeños hijos, que lo abrazaban cada vez que se les aparecía por la puerta de la casa cada tres meses.

Se dio cuenta que él era solo un visitante, por un par de semanas, antes de volver al mar, donde, realmente vivía.

Descubrió que su buque era su hogar y estaba a punto de perderse con él.

Todo estaba a punto de terminar, su existencia seria tragada por las aguas poderosas.

Su nombre apenas un recuerdo en las voces de quienes lo querían y paulatinamente, disolverían en el tiempo y espacio del olvido, hasta el más absoluto silencio.

El capitán, entro en pánico y viéndose al borde de la muerte dijo:

“Mar, nunca creí que mi amor por ti terminaría así, bajo tu manto violento e implacable.

Hoy me borrarás de la faz del mundo y mi amor por ti será mi sepultura.

Sin embargo, no te odio ni te guardo recelo alguno.

Mi amor fue grandemente correspondido desde que te vi, te respiré y te toqué la primera vez desde muy niño.

Tuvimos amor a primera vista y me distes tu sosiego y fuerza juntas en el más hermoso balance de vida.

Me distes la aventura y la pasión de vivir.

Si aquí y ahora debo terminar mi travesía en ti. Pues que así sea, mi hermano de vida, y desde hoy, de muerte.

Solo te pido un último deseo, que le lleves con tu brisa mi amor a mi mujer e hijos, mis padres y hermanos en tierra firme.

Estoy seguro que me sentirán en ti día y noche. Y así, seré eterno como tú en este mundo.”

Entonces, escucho por el intercomunicador, como el jefe de máquinas informaba que las máquinas habían vuelto a funcionar al 100%.

El Capitán abrió los ojos, vio cómo el océano se calmaba un tanto, cómo el buque se enderezaba en su curso y luego, oyó a la tripulación aplaudir y dar gracias a Dios.

Él los abrazó con fuerza y les dijo que todos tendrían una ración extra de licor para celebrar este momento.

Luego de forma algo solemne les dijo:

“Hoy, hemos sobrevivido y renacido.

Hoy tenemos la oportunidad de cambiar nuestras vidas. Hoy es un nuevo día.”

Pasaron las horas y la tormenta amainó completamente.

Al día siguiente, tuvieron informes de que varios buques habían desaparecido, ordenando que estuviéramos atentos por posibles náufragos en diferentes coordenadas.

Le informaron que el buque escuela de la Real Marina Británica era una de las naves desaparecidas y que sus 200 cadetes y oficiales se temían muertos.

El Capitán sabía del comodoro al mando de este formidable navío.

Era un condecorado oficial de la Primera y Segunda Guerra Mundial, de una familia de marinos desde el almirante Nelson quien venció a la Armada de Napoleón en Trafalgar por allá por 1805.

El capitán no podía dejar de pensar cómo este héroe se lo había tragado el mar como si nada.

Se dio cuenta cómo el Mar y su poder, nos hacen descubrir lo pequeño que somos, a pesar de la gloria y triunfos en la vida.

Todo eso se lo llevan las olas y el viento y no queda nada.

El capitán reflexionó en el más absoluto silencio y paz esa mañana y concluyó:

“Hoy he descubierto que en el Mar océano, lo único que realmente importa es:

Primero, mantenerte a flote, pase lo que pase, no hundirte.

Segundo, que tus motores o velas funcionen y te permitan navegar libremente.

Tercero, siempre tener un destino cierto y seguro para no perderte.

Definitivamente, en el Mar, así como en la Vida necesitas estos tres elementos para sobrevivir.”

Fue tanta su claridad que ese día se prometió redefinir su vida y consultar con su mujer su destino porque ella era su puerto seguro.

Así lo hizo, y unos años más tarde se retiró de la Marina de alta mar y se dedicó a ser capitán de cabotaje o piloto de puerto.

Así, pudo cenar con la familia y dormir en el lecho cálido con su mujer todas las noches donde siempre recordó esa noche tormentosa cuándo el mar casi se lo lleva con él.

Hubo momentos que sonreía ante sus recuerdos y le mandaba un fuerte beso.

Luego, se vertía sobre el cuerpo de su adorada mujer, se sumergía en su amor y dormía en la más absoluta paz.

Y así, vivió lo que tenía que vivir y sus hijos, curiosamente,

adoran el Mar y la Vida como él.

Jorge Troncone O.

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Yo, soy del Atlantico

Hace ya mas de 40 años, estábamos de viaje mi madre y hermano junto a mis tíos y primos en un vuelo a Italia desde de Venezuela. Yo tenia 18 anos.

Estaba sentado al lado de mi tío Nevio.

Y le estuve preguntando sobre su natal Italia, la guerra que lo obligo a emigrar y no sé por qué le pregunte:

 ¿Tio, de donde te sientes después de todos estos años ?

El me miró y sonrió, diciéndome:

“Querido sobrino, yo he llegado a la conclusión que tengo un pie en mi natal Italia y otro en mi querida Venezuela. Como dicen, es el mal o la fortuna del emigrante pertenecer a dos mundos, el que dejas y el que te recibe en busca de “la buona fortuna.”

¿Sabes por qué?

Déjame contarte.

Recuerdo como hoy, el día que llegué a Venezuela un día soleado y caliente, con apenas 15 dólares, mi pequeña maleta y mis grandes sueños.

Esta tierra me recibió con trabajo y cariño. Tanto así, que en un par de años me casé con tu tía y me dió tres hijos.

Ahora hasta tengo pasaporte nacional y carnet de identidad como criollo naturalizado.

Pero en la calle, la gente me llama Musiu y me pongo colorado con el intenso sol caribeño.

Soy por ende, siempre un extranjero.

Por otro lado, recuerdo años después, junto a tu tía y tus primos aún pequeños, ir de vacaciones a Italia.

Estaba orgulloso de mis avances económicos ya que mandaba dinero a mi madre y hermanas.

Cuando llegue a mi ciudad natal, me sentí algo extraño porque muchas cosas habían cambiado y no pude evitar pensar cuando casi me matan los soldados alemanes al final de la guerra.

Un día me reuní con mis amigos de la infancia. Recuerdo cuándo me señalaron que ahora consumía más arepas y whisky que pasta y vino.

Y el momento que me dijeron que ya era un “Americano.”

Recuerdo cuánto me molesté y muy ofendido les dije que cómo se atrevían a llamarme así, porque yo era tan italiano como ellos.

Pero ellos, se rieron y me dijeron que no me molestara ya que ellos tenían muchos familiares emigrantes también. Sabían que ya no eran tan italianos porque se habían asimilado a su nuevo terruño y eso era muy común.

Entonces, me calmé porque vi que no me minusvalian y seguían queriendo como siempre.

Nos tomamos unos unos vinos y la pasamos muy bien.

Por muchos años mantuve mi amistad con ellos hasta que cada uno fue muriendo y ahora sólo quedo yo.

Entonces, hace un par de años, me sentí algo triste porque ya tus primos estaban grandes y casados haciendo sus vidas.

Yo estaba solo en mi estudio,  oyendo el partido de mi equipo la Juventus de Turín, mientras me tomaba un refrescante jugo de caña de azúcar por el fuerte calor de Maracaibo.

No pude dejar de pensar de dónde era y me dije:

“En Italia soy Americano y en America soy siempre un Musiu.

Soy de los dos a medias pero completamente, de ninguna parte.

Me sentí triste y apatrida. Entonces me acordé estando en el barco, en el medio del Atlántico en camino a la America en 1946.

Recuerdo cuánto adoré el Inmenso Océano y le confesé mis sueños y temores.

Sentí la energía de sus olas poderosas y azules y luego, un suave susurro a través  de la brisa marina. Me decía que todo saldría bien y que tuviera fe en mi esfuerzo y pasión por la vida.

Lloré y le juré que así lo haría.

Y te confieso que nadie supo este juramento hasta hoy mi querido sobrino.

Ya ves, el Atlántico se convirtió en mi hogar y guía.

Concluí que es allí dónde reside la esperanza de una mejor vida y también la tristeza por dejar atrás mi infancia.

Por eso, declaro: “Yo, soy del Atlántico!”

Me le quedé mirando y casi lloré con él, que no pudo evitar un par de lagrimas en sus ojos.

Luego me dijo que yo era también su compatriota Oceánico porque ya notaba en mí esa curiosidad y ansia por conocer nuevos mundos.

Sonrió, llamó a la azafata y le pidió un par de whiskies para brindar por nuestra nacionalidad.

Pasaron los años y yo emigré de Venezuela tres veces y ahora, vivo con un pie en cada orilla del Atlántico.

Hoy le rindo homenaje a mi querido tío que murió en America pero su alma yace en el océano como la mía, hoy en vida.

Levanto mi copa y brindo por el Atlántico,

nuestro hogar y definitivamente,

nuestra patria!

                                                                  Jorge Troncone O.

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El Vacío

El Vacío

Ocurre esa sensación ligera pero molesta como falta de aire y peso molesto en la barriga.

Ocurre, en las mañanas aburridas después de leer la prensa y los emails. Y te quedas mirando el techo y luego por la ventana, el sol y las nubes, sin nada que te pase por la mente.

Entonces, sientes un vacío, como flotando sin control de ti, donde una fuerza te presiona las sienes y empiezas a tener imágenes estrujadas de tu pasado y de la gente linda y la nefasta encontrada y dejada en tu vida.

Y te sientes que estás al final de un camino indescifrable, confuso y te asustas pero no demasiado ya que aceptarías tu fin sin pelear. Ni sabes porqué la Muerte, la  piensas en este instante.

Luego, un silencio absoluto y sólo tu corazón palpitante te deja saber que aún vives o existes.

En ese preciso momento, sientes un estrepitoso vértigo y caída al vacío, en un túnel profundo hacia la oscuridad de la nada donde  el miedo te embarga, siendo  rey y señor de ti.

Pero descubres que no pasa nada, absolutamente nada en ti.

Sigues escuchando y sintiendo los latidos de tu corazón,

y descubres que te está diciendo algo en su ritmo cambiante pero constante.

Entonces, te dejas llevar por el vacío y tus latidos. Notas que aparecen destellos de luz, viento fresco y oloroso a azahares, mar tibio y sonido de olas con niños gritando y riendo.

Y ves a tus queridos y adorados de vida, y los quieres besar y abrazar. Ellos no te sienten pero te recuerdan y hablan de ti con cariño, y tú lloras de alegría.

 

Luego, sientes arena de playa en tus pies y la mano de tu amor en tu mano. Es ella, caminando con su sonrisa de Mona Lisa a tu lado, contándote sus sueños y deseos contigo. Llenándote de su vida. Y ahí, el vacío desaparece.

Te sientes pleno de tus seres con sus amores y tristezas, que son tantas como las estrellas en el cielo.

Iluminado por ellas, sabes y sientes que así, nunca podrá haber vacío,

en el Universo de tu vida.

 

Jorge Troncone O.

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!Abre los Ojos!

¡Abre los Ojos!

 

Hoy es una mañana soleada y azul con trazos de nubes fugaces y alargadas en el horizonte. Parece infinito de posibilidades y pienso de todo, especialmente absorbido por sueños y deseos que me abstraen de la calle que piso y el edificio en semi ruinas qué paso al caminar.

Me dije: “Abre los ojos.”

Al ver que un auto ruidoso se me aproxima e interrumpe mi encuentro con el magnífico paraíso azul y dorado dentro de mi.

No puedo evitar sonreírme, viendo el auto alejarse y mis sueños retomando mi caminar.

Me asombro con la hermosa visión que permanece clavada en mis ojos.

Más allá de la mera vista, trasciendo con los lentes del espíritu abierto a todo mas allá de lo concreto frente a mí.

Así, me lleno de fresco aire, cálido sol y hasta percibo el aroma del mar  que aunque lejos en millas está muy cerca y todo esto es posible porque abrí mis ojos y los mantengo bien abiertos.

Ahora, empiezo a sentir el frescor de otros sitios lejanos como Madrid, Jamaica y hasta Australia se hace presente con su transitar de canguros y gente cerca del Océano Pacífico.

 

Soy capaz de contemplar la gente que tanto quiero y la siento a ella, mi mujer tomándome de la mano, está mañana en la cama, al amanecer.

Y siento la presencia de mis viejos  amigos lejos de mi.

Las distancias ya no importan porque hoy, abriendo los ojos, los tengo conmigo.

 

Vuelvo a tomar una mirada al cielo azul e iluminado, lo saludo y aprecio mi vida hermosa, ahora que aprendí a abrirle los ojos, del alma.

 

Jorge Troncone O.

 

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Inmortal(es)

Inmortal(es)

 

Hoy en una cafetería durante la media tarde, no pude evitar observar una familia, Estaba el padre comiéndose un sándwich en silencio.

La madre, una mujer robusta y alta, de unos 48 años con un vestido de verano de esos arrugados y frescos.

Ella estaba conversando con sus dos niñas de  unos 12 y 9 años.

De repente noté un silencio absoluto y vi que la madre, se quedó callada, mirando al infinito.

Sentí un dolor en su mirada al vacío y me conecté con esta extraña mujer en ese preciso instante.

Luego, ella volvió de sí, y respondió a las repetidas preguntas y quejas de su hija pre-adolecente.

La chica le respondió con fuerza y el padre no hizo nada al respecto.

Yo reaccioné con malestar, ya que su molestia era la mía.

Sentí en silencio su breve mirada. Vi en sus ojos azules profundos una larga historia de sufrimiento, valentía,

pasión y lucha por la vida. Comprendí el por qué de su fuerte presencia en la vida.

 

De repente, caí en cuenta que esta señora y su familia nunca más los volvería a ver.  Me dió pena la dureza de la realidad ya que experimentaba una conexión cercana. Y hasta sentí que la extrañaría a ella.

Supe que podría darse un re-encuentro pero no sería igual porque estaríamos en otra atmósfera o momento de vida.

 

Entonces pensé que nuestro encuentro en este instante solo podría sobrevivir el olvido con una foto o escritura.

Me aterrorizó que se disolviera en el tiempo en cuestión de segundos o minutos, con el paso del viento y las nubes.

 

Me consolé al percatarme que escribiendo sobre estos momentos evitó su muerte.

Descubro que escribiendo hago estos momentos de personas y esquinas con sus sentimientos y sueños, inmortales.

 

Al escribir, los sello en la memoria sin olvido posible. Y eso es hermoso.

Por eso, escribo como un loco, sobre este encuentro lleno de significado amplio y profundo.

Y quién lo lea, sienta lo que sentimos hoy, estos dos seres, en el medio de una tarde cualquiera.

Ahora inmortales.

 

Jorge Troncone O.

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Sin Ella, La Vida

Sin Ella, la Vida:

 

Te despiertas un lunes cualquiera con esa nerviosidad con respiración corta y acelerada. Pensamientos de todo y nada. Especialmente, de nada bueno o positivo. Creando dudas, miedos y angustias.

Empezando por el miedo a estar enfermo y no llegar a tu próximo cumpleaños o que te deje de querer tu hermosa e inteligente mujer.

O aún más intolerable, la idea que se enferme y muera y te deje absolutamente solo, en este mundo que sin ella está muerto.

Y miras alrededor para intentar desesperadamente captar un rayo de luz que te ilumine esas pupilas entenebrecidas por la angustia.

Y te detienes de sopetón, le pegas a la pared, te rompes la mano., Te abofeteas, una y otra vez, para ver si ales de este asqueroso estupor en tus miserias.

Y ahí, ahogándote en ti mismo, descubres que has dejado de respirar y estás realmente muriendo.

Pero de repente, oyes su voz y reaccionas, cual niño a la presencia de su madre pero no es ella. Sino, tu ángel, tu salvadora, tu chance a seguir vivo.

Logras respirar de nuevo como si salieras a la superficie desde un profundo océano. Y sonríes  apreciando el calor del sol en la cara y la frescura del viento con sonidos de pájaros.

Y te das cuenta que no habías denotado la vida aun rodeado de ella.

Ahora de cuerpo presente en la cama te mira y te pregunta:

Cómo dormistes ?

Tú le dices que bien pero ella se te queda mirando hondamente y te descubre ese escudo de fuerza falsa. Se te acerca y te abraza dándote un tiernísimo beso tibio en la boca.

Y sientes cómo su abrazo libera toda pesadez espiritual. Cómo si una niebla pestilente se  evaporara y  olor a flores envolvieran todo y tu alma reencontrará paz y armonía.

Ella de nuevo te da vida, y ahí, te detienes un milenario minuto y descubres que debes resucitar en ti mismo para estar con ella.

Pues es cuestión de tiempo que ella no pueda salvarte cada vez que te mueres o colapsadoas a la vida desde tus adentros. Y te acuerdas de la Beatriz, la amante de Dante Alighieri y sabes que debes bajar hasta tu infierno para rescatarte, si quieres vivir y así, estar con tu Beatriz.

Pero descubres que la Magia de su hermosa presencia en ti, dándote la vida y pasión.

Es una reflexión de lo qué tanto ansías y depósitas en ella.

Y así la profanas y la dañas con tu torpe abrazo de ahogado desesperado por salir a flote.

Es ahí que declaras:

“ No es mi salvavidas, no puede serlo. Ella es objeto de Amor, No de Salvación.”

Descubres entonces, ahí solo, casi sonámbulo pero con sosiego y felicidad entremezclada, la esencia de tu problema:

Que muero cada vez que no vivo, y no vivo por miedo a la muerte que es indetenible y final.

Por lo tanto, existo y vibro cada segundo abrazando lo que la vida me ofrece.

Y ella es mi mejor ofrenda por la vida.

Con ella venzo la muerte y vivo a plenitud sin que importe el timpo.

Ella es la vida.

 

Jorge Troncone O.

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Mundos

Mundos:

 

Todo depende de tus más increíbles sueños. Esos llenos de ilusión por lo imposible.

Desde las estrellas o tal vez, como parte de ellas, en su fantástica luz multicolor.

Dónde la energía y la masa se confunden sin aparente control, ni razón posible.

No dejándome otra alternativa que dejarme llevar con su energía pura, a dimensiones de existencia nunca vistas.

Así, caminando en el espacio, sin arriba ni abajo, hipnotizado en serenidad sublime.

Dónde mi centro es mi palpitante corazón y mi destino, el amor por el Universo, que me nutre y llena de su espíritu.

Más allá de lo conocido y más allá de toda posible visión. Descubriendo que soy inmortal con mis sueños llenos de pasión y amor por ti. Ellos, me proyectan puro, lumínico y cálido.

Así, la muerte será tan distante que cuando ocurra, cual supernova, ya  seré parte de otra estrella.

Siendo siempre lo que mis sueños determinen, porque con ellos, es cuando existo.

Si alguna vez, dejo de soñar será cuando sienta el paso de los instantes y me esclavice al duro y frío cemento. Dónde desesperado, siento venir la muerte.

Por eso, sueño todo lo que pueda y termino viéndome como un anciano caminando en el parque de estrellas.

Lleno de recuerdos y riéndome de mí mismo.

De repente, sueño con ella y su amor de siempre. Y veo cómo se materializa a mi lado. Tomándome de la mano, juntos disfrutamos el espectáculo galáctico.

Y con los sueños, nos vamos a otras sendas, a otras ilusiones, a otras vidas, y definitivamente, a otros mundos.

 

Jorge Troncone O.

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Mister Sólo

 Mister Sólo

 

Ahí lo vi, un hombre en sus setenta y tantos años. Alto y delegado, sencillamente vestido con camisa limpia y arreglado.

Sus gestos agradables, llenos de respeto y gracia.Trataba con suma delicadeza a la cajera de la inmensa y higiénicamente fría tienda por departamentos.

Él, había comprado exactamente 5 cosas que parecía la combinación exacta para el almuerzo y la cena de hoy.

Lo vi como observaba con ojos de paz a la cajera, quién lo trataba amablemente, pero repetitiva, cual robot.

De repente, me miró un segundo eterno, esperando por mi turno a pagar, y me dijo sin palabra alguna, con esos ojos profundos: «estoy miserablemente sólo. Ayúdame, por favor!»

Yo sentí una presión en el pecho, sentí su dolor como si fuese el mío.

Lo miré, y le dije, igualmente sin palabra alguna:

«Dime, ¿cómo quieres que te ayude?»

Él pregunto: «no sé, solo háblame con sinceridad como mi hijo solía hacerlo antes de morir junto a mi esposa. Ese día lluvioso y espantoso, donde mi alma se ahogó en el canal con ellos.»

Yo, me le acerqué, y en silencio a voces, lo

abrasé, frente a la cajera que lloró sin saber por qué. O quizás, sabiendo que el buen hombre sufría como ella, su soledad.  Ella estaba lejos de su tierra en el Sur del Sur, allá en la Patagonia.

Lloramos y reímos juntos, nos dijimos nuestros nombres y acordamos tomarnos un café un rato después.

Desde ese momento, sin planearlo, nos hicimos amigos inseparables.

Y la parte más increíble de todo fue, que aprendimos a dejarnos llevar, sin miedo, por nuestra intuición y deseos de conexión con los otros.

Descubrí que los ojos son verdaderamente, la ventana del espíritu en los humanos.

Lo qué pasa es que la cerramos por miedo a nosotros mismos, que es el más devastador de todos..

Por eso, somos terroristas sin armas sangrientas. Nos alienamos y aterrorizamos por dentro, sin piedad.

Y nos convertimos en meros cuerpos en movimiento, vacíos, sin razón ni pasión.

Nos desgarramos así, cada día que negamos la luz de la vida, en nosotros y sin los otros.

Pero hoy juntos, hemos descubierto que existimos el uno con el otro, unidos con el Universo infinito.

Ese día, tres extraños, descubrimos en esa tienda gris, que nunca, nunca más seríamos seres solitarios.

¡Y nunca más lo fuimos!

 

Jorge Troncone O.