Sin Ella, la Vida:
Te despiertas un lunes cualquiera con esa nerviosidad con respiración corta y acelerada. Pensamientos de todo y nada. Especialmente, de nada bueno o positivo. Creando dudas, miedos y angustias.
Empezando por el miedo a estar enfermo y no llegar a tu próximo cumpleaños o que te deje de querer tu hermosa e inteligente mujer.
O aún más intolerable, la idea que se enferme y muera y te deje absolutamente solo, en este mundo que sin ella está muerto.
Y miras alrededor para intentar desesperadamente captar un rayo de luz que te ilumine esas pupilas entenebrecidas por la angustia.
Y te detienes de sopetón, le pegas a la pared, te rompes la mano., Te abofeteas, una y otra vez, para ver si ales de este asqueroso estupor en tus miserias.
Y ahí, ahogándote en ti mismo, descubres que has dejado de respirar y estás realmente muriendo.
Pero de repente, oyes su voz y reaccionas, cual niño a la presencia de su madre pero no es ella. Sino, tu ángel, tu salvadora, tu chance a seguir vivo.
Logras respirar de nuevo como si salieras a la superficie desde un profundo océano. Y sonríes apreciando el calor del sol en la cara y la frescura del viento con sonidos de pájaros.
Y te das cuenta que no habías denotado la vida aun rodeado de ella.
Ahora de cuerpo presente en la cama te mira y te pregunta:
Cómo dormistes ?
Tú le dices que bien pero ella se te queda mirando hondamente y te descubre ese escudo de fuerza falsa. Se te acerca y te abraza dándote un tiernísimo beso tibio en la boca.
Y sientes cómo su abrazo libera toda pesadez espiritual. Cómo si una niebla pestilente se evaporara y olor a flores envolvieran todo y tu alma reencontrará paz y armonía.
Ella de nuevo te da vida, y ahí, te detienes un milenario minuto y descubres que debes resucitar en ti mismo para estar con ella.
Pues es cuestión de tiempo que ella no pueda salvarte cada vez que te mueres o colapsadoas a la vida desde tus adentros. Y te acuerdas de la Beatriz, la amante de Dante Alighieri y sabes que debes bajar hasta tu infierno para rescatarte, si quieres vivir y así, estar con tu Beatriz.
Pero descubres que la Magia de su hermosa presencia en ti, dándote la vida y pasión.
Es una reflexión de lo qué tanto ansías y depósitas en ella.
Y así la profanas y la dañas con tu torpe abrazo de ahogado desesperado por salir a flote.
Es ahí que declaras:
“ No es mi salvavidas, no puede serlo. Ella es objeto de Amor, No de Salvación.”
Descubres entonces, ahí solo, casi sonámbulo pero con sosiego y felicidad entremezclada, la esencia de tu problema:
Que muero cada vez que no vivo, y no vivo por miedo a la muerte que es indetenible y final.
Por lo tanto, existo y vibro cada segundo abrazando lo que la vida me ofrece.
Y ella es mi mejor ofrenda por la vida.
Con ella venzo la muerte y vivo a plenitud sin que importe el timpo.
Ella es la vida.
Jorge Troncone O.