Vida o
Muerte
Esto fue lo que le ocurrió a mi
padre, cuando era un joven capitán de marina mercante en 1955. Estaba a unas
doscientas millas náuticas al Norte de las costas orientales de Cuba.
Entre el Mar Caribe y el océano
Atlántico una noche oscura y tormentosa.
Sin saberlo seria la noche más
larga de su vida.
Cuando vio la muerte y el terror
en las aguas revueltas y violentas, donde la luz fue tragada a fuerza de olas y
su respiro, asfixiado por las penumbras de esa noche.
El todavía recuerda los horribles
y potentes zarandeos del bote como si fuese una caja de zapatos en el inmenso
océano.
Dónde el viento y las olas, con
sus sonidos de truenos y rabia, se clavaban y salpicaban en su borda hasta el
más desesperante dolor viéndose morir, sepultado en su hondo fondo.
Sin luz, ni alma en el silencio de
muerte, sin funeral con dolientes y sin nombre en tumba alguna. Convertido en
comida de peces y restos de coral.
Así, lloró y gritó como un niño
sin que nadie se diera cuenta y resurgió desde su pavor a esa muerte.
Tomó el timón y se desgarró a
gritos por la radio y los parlantes del buque, dando instrucciones a la
tripulación con fuerza y valentía, viendo como buques cercanos desaparecían,
uno tras otro. Entre gigantes olas y vientos que hacían temblar sus huesos y su
alma.
Nunca más vería, ni sentiría a su
mujer que lo bendecía con su pasión más allá de cualquier sirena, ni a sus dos
pequeños hijos, que lo abrazaban cada vez que se les aparecía por la puerta de
la casa cada tres meses.
Se dio cuenta que él era solo un
visitante, por un par de semanas, antes de volver al mar, donde, realmente vivía.
Descubrió que su buque era su
hogar y estaba a punto de perderse con él.
Todo estaba a punto de terminar,
su existencia seria tragada por las aguas poderosas.
Su nombre apenas un recuerdo en
las voces de quienes lo querían y paulatinamente, disolverían en el tiempo y
espacio del olvido, hasta el más absoluto silencio.
El capitán, entro en pánico y
viéndose al borde de la muerte dijo:
“Mar, nunca creí que mi amor por
ti terminaría así, bajo tu manto violento e implacable.
Hoy me borrarás de la faz del
mundo y mi amor por ti será mi sepultura.
Sin embargo, no te odio ni te
guardo recelo alguno.
Mi amor fue grandemente
correspondido desde que te vi, te respiré y te toqué la primera vez desde muy
niño.
Tuvimos amor a primera vista y me distes
tu sosiego y fuerza juntas en el más hermoso balance de vida.
Me distes la aventura y la pasión
de vivir.
Si aquí y ahora debo terminar mi
travesía en ti. Pues que así sea, mi hermano de vida, y desde hoy, de muerte.
Solo te pido un último deseo, que
le lleves con tu brisa mi amor a mi mujer e hijos, mis padres y hermanos en
tierra firme.
Estoy seguro que me sentirán en ti
día y noche. Y así, seré eterno como tú en este mundo.”
Entonces, escucho por el
intercomunicador, como el jefe de máquinas informaba que las máquinas habían
vuelto a funcionar al 100%.
El Capitán abrió los ojos, vio
cómo el océano se calmaba un tanto, cómo el buque se enderezaba en su curso y luego,
oyó a la tripulación aplaudir y dar gracias a Dios.
Él los abrazó con fuerza y les
dijo que todos tendrían una ración extra de licor para celebrar este momento.
Luego de forma algo solemne les
dijo:
“Hoy, hemos sobrevivido y
renacido.
Hoy tenemos la oportunidad de
cambiar nuestras vidas. Hoy es un nuevo día.”
Pasaron las horas y la tormenta
amainó completamente.
Al día siguiente, tuvieron
informes de que varios buques habían desaparecido, ordenando que estuviéramos
atentos por posibles náufragos en diferentes coordenadas.
Le informaron que el buque escuela
de la Real Marina Británica era una de las naves desaparecidas y que sus 200
cadetes y oficiales se temían muertos.
El Capitán sabía del comodoro al
mando de este formidable navío.
Era un condecorado oficial de la
Primera y Segunda Guerra Mundial, de una familia de marinos desde el almirante
Nelson quien venció a la Armada de Napoleón en Trafalgar por allá por 1805.
El capitán no podía dejar de
pensar cómo este héroe se lo había tragado el mar como si nada.
Se dio cuenta cómo el Mar y su
poder, nos hacen descubrir lo pequeño que somos, a pesar de la gloria y
triunfos en la vida.
Todo eso se lo llevan las olas y
el viento y no queda nada.
El capitán reflexionó en el más
absoluto silencio y paz esa mañana y concluyó:
“Hoy he descubierto que en el Mar océano,
lo único que realmente importa es:
Primero, mantenerte a flote, pase
lo que pase, no hundirte.
Segundo, que tus motores o velas
funcionen y te permitan navegar libremente.
Tercero, siempre tener un destino
cierto y seguro para no perderte.
Definitivamente, en el Mar, así
como en la Vida necesitas estos tres elementos para sobrevivir.”
Fue tanta su claridad que ese día
se prometió redefinir su vida y consultar con su mujer su destino porque ella
era su puerto seguro.
Así lo hizo, y unos años más tarde
se retiró de la Marina de alta mar y se dedicó a ser capitán de cabotaje o
piloto de puerto.
Así, pudo cenar con la familia y
dormir en el lecho cálido con su mujer todas las noches donde siempre recordó
esa noche tormentosa cuándo el mar casi se lo lleva con él.
Hubo momentos que sonreía ante sus
recuerdos y le mandaba un fuerte beso.
Luego, se vertía sobre el cuerpo
de su adorada mujer, se sumergía en su amor y dormía en la más absoluta paz.
Y así, vivió lo que tenía que
vivir y sus hijos, curiosamente,
adoran el Mar y la Vida como él.
Jorge Troncone O.
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